Iván Duque Márquez

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El Presidente que puede devolverle la dignidad a la política.
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El Presidente que puede devolverle la dignidad a la política

Iván Duque tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros, no sólo conducir a un Estado tan complejo como Colombia, ni llevar de manera armoniosa las relaciones con los demás poderes, su gran legado será cambiar la manera cómo percibimos la política.

Empezó su gobierno con dos grandes apuestas: nombró líderes gremiales y académicos en ministerios y viceministerios y se asegura que ni los partidos ni los políticos tendrán representación en su gobierno. Ambas acciones son loables y se esperan de un joven que a sus 42 años fue posesionado en la Presidencia de la República, pero la realidad a la que se enfrenta Duque es una muy distinta a las buenas intenciones que sin duda tiene.

Preparación

Siempre se ha dicho que las buenas relaciones son importantes para sobresalir en el desarrollo profesional, pero también es cierto que si esas relaciones no se combinan con una preparación adecuada, los resultados serán más que desastrosos; mucho más en la política donde cualquier decisión de un gobernante afecta a millones de personas.

Iván Duque tiene grandes virtudes: la disciplina que le ha permitido asumir su preparación académica con notables resultados y la vocación por la lectura y la investigación que lo lleva a conocer de múltiples temas, que ahora en el ejercicio de su gobierno le son vitales. Estudió su posgrado en Washington aprovechando su trabajo en el BID y como buen político, cuya vena le brotaba desde la infancia a partir de lo que aprendía con su padre el reconocido turbayista Iván Duque Escobar, hizo relaciones y lobby con los dirigentes latinoamericanos que visitaban frecuentemente la Capital Política del Mundo.

El padre del hoy presidente fue un dirigente importante, se destacó como ministro y gobernador entre otros cargos, pero su fuerza no le alcanzaba para heredarle un lugar a su hijo en las altas cumbres y eso lo ha tenido claro siempre el Presidente Duque. Su tarea tenía que ir más allá de la mera preparación académica y en efecto ese cúmulo de buenas relaciones lo llevaron a codearse desde la primera fila con los personajes más importantes de la política colombiana en los últimos años.

Dicen que las oportunidades llegan cuando el alumno está preparado y el 2014 llegó con todo para Iván Duque: Álvaro Uribe, el político más efectivo en toda la historia de Colombia, decidió presentar listas cerradas al Congreso de la República y llenarlas con una mezcla de políticos y jóvenes promesas de mostrar. Duque estaba entre las segundas y logró un cupo en la Cámara Alta.

Lo que sigue es historia: su cercanía con Uribe era evidente en las reuniones privadas del Centro Democrático y los eventos públicos, donde siempre destacaba por encima de los demás congresistas. Su preparación previa, su dominio de temas de actualidad y sus buenas relaciones lo convirtieron en el mejor senador, elegido por sus mismos compañeros. De ahí, la presidencia, en un país donde una marca (uribismo) tiene un enorme potencial de endoso, estaba a un paso.

¡2018 ó 2022!

Por su juventud y su poca experiencia en el Estado, Duque se habría podido dar el lujo de que la campaña de 2018 fuera escuela y apostarle en la definitiva al 2022; es más si no hubieran existido un par de condiciones coyunturales como el desplome de Sergio Fajardo -que por su arrogancia le abrió él mismo el camino a Gustavo Petro- y la trabazón en la maquinaria de Germán Vargas, hoy el presidente de Colombia no sería el que es, aunque seguramente Iván Duque estaría muy bien posicionado para el 2022.

Hoy el Presidente tiene en su futuro una vida política larga, tiene la opción de mostrar en su gobierno un corte de antes y después, puede impulsar liderazgos nuevos en las elecciones regionales y en los altos cargos del Estado; pero más importante puede hacer transformaciones que le permitan que los 30 años de vida política que le restarán después del gobierno, su figura siga vigente y con fuerza.

¿Gobierno político o técnico?

Paradójicamente a quienes más temor les da que los asocien con los políticos es a quienes hacen política. Hasta la saciedad hemos visto campañas electorales de candidatos que dicen no ser políticos, que recogen firmas porque los partidos les huelen mal o porque simplemente construyen sus plataformas en el desprestigio de la clase política.

La realidad es que eso les ha dado votos a algunos, hubo una ola en la primera década del 2000; en la que decirse antipolítico funcionaba y fue en ese momento cuando los ‘outsiders’ se impusieron ante los políticos que habían hecho carrera por muchos años. Al principio fue un aire fresco, pero después esa moda se convirtió en una evidencia de que hacer a un lado -porque sí- a los partidos o a los dirigentes experimentados podría traer más problemas que soluciones.

Cumpliendo su promesa de campaña, el Presidente Duque logró paridad de género en el gabinete y además nombró académicos y dirigentes gremiales y empresariales. Hasta ahora, iniciando su mandato, le han reconocido esa buena voluntad y -salvo algunas críticas puntuales a algunos de sus ministros- el equipo ha respondido bien. Sin embargo, estamos en un período de planeación, que no es lo mismo que defensa y ejecución de los proyectos de gobierno.

A diferencia de otras administraciones, ésta tendrá cuatro frentes de oposición (Verdes, Polo, Farc y Petro), cada una con intenciones de convertirse en poder real en 2022; es decir, será una oposición despiadada a la que se ha sumado la de algunos opinadores e influenciadores que actúan en gavilla y se respaldan unos a otros, cuando de atacar al expresidente Uribe se trata.

No la tendrá fácil Iván Duque si decide mantener a los políticos y sus bancadas alejados.

De otra parte, y como su gran legado, el Presidente puede lograr que ser político vuelva a ser atractivo reviviendo un ideal que se perdió: las ganas de servir. Su juventud le da fuerza y legitimidad para promover cambios, como lo viene haciendo con las reformas asociadas a la lucha contra la corrupción y la nueva forma de hacer política. Su ánimo conciliador, que le aplauden desde todos los frentes, es prenda de garantía de querer acabar con la polarización.

Un presidente cercano a la gente y con energía para trabajar incansablemente tiene todo para enamorar a las nuevas generaciones, las menores que siguen sin acudir a las urnas en el porcentaje que se quisiera, y las mayores, que prefieren prepararse para vincularse al sector privado.

Aunque la sustancia está, los ingredientes están, aún no se ve clara la preparación de la receta para que Iván Duque pase a la historia como el hombre de grandes transformaciones, no en obras faraónicas, sino en algo más importante que puede ser su impronta: devolverle la dignidad a la política.

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