Cambio de paradigmas

Compartir
Share
El próximo 1 de enero las administraciones gubernamentales locales tendrán nuevos huéspedes, parece algo rutinario de cada cuatro años pero esta vez tiene un componente distinto…
Compartir
Share

Compartir
Share

 

Cambio de paradigmas

 

El 1 de enero del próximo año entrará a alguien diferente a la que hoy es la oficina de Luis Pérez, lo mismo al piso 12 del edificio del frente donde queda el despacho de Federico Gutiérrez. Y lo propio ocurrirá en otras 124 oficinas más.

Parecería algo rutinario, algo que sucede cada cuatro años, pero esta vez tiene un componente distinto, la política en Antioquia ha cambiado en este período, tanto por influencias nacionales, en las que este departamento tuvo mucho que ver, la elección del presidente Iván Duque en 2018, por ejemplo; como por reacomodo de las fuerzas locales.

El partido que ha dominado la escena en cuerpos colegiados en los últimos años, el Centro Democrático, enfrenta por primera vez una sana pugna interna en la que los dirigentes mostrarán qué tan consolidados están cada uno, qué tanto de lo que consiguieron en marzo de 2018 en las elecciones de Congreso hace parte de capitales políticos individuales o cuánto pesó el muy bien posicionado logo del partido.

Los senadores y representantes, ante el anuncio del presidente Álvaro Uribe en el sentido de que posiblemente no aspirará de nuevo al Congreso, tendrán que construir bases propias que les permitan reelegirse en 2022 y fidelizar como parte de sus equipos, esa base del partido para mantenerse en la escena a pesar de que Uribe no sea su compañero de lista.

Aunque Colombia ha tenido –al menos en los últimos años- una clara división de momentos electorales (las nacionales en un año y las locales en otro), no podría pensarse en que lo que ocurra en este 2019, sólo hará parte de la movida local. Se eligen sí, gobernadores, alcaldes, ediles, concejales y diputados; todos con vocación regional, pero se muestran las jugadas de los verdaderos dueños de los partidos: los congresistas.

¿Cambios reales?

Luis Pérez logró una conexión con la ciudadanía que revalidó su imagen de visionario, al final de su mandato dejará en marcha la gran mayoría de sus pro puestas de campaña y de sus primeros años en la Gobernación. Será muy difícil para el nuevo inquilino de La Alpujarra desconocer lo avanzado e incluso los cimientos con los que quedan algunas de las ideas, por eso seguramente veremos un sello propio a partir de 2020, pero manteniendo lo que ha sido
una ventaja en Antioquia, en la gran mayoría de los casos, construir sobre lo construido.

Este departamento tiene un enorme potencial, que si bien se ha aprovechado para grandes desarrollos de ingeniería, aún tiene de dónde demostrar desarrollo y dar sorpresas que apalancarían a nivel nacional cualquier carrera política.
Las encuestas muestran un interés en lo que viene pasando en la contienda hacia la Gobernación, un puntero que está despegado del lote, pero otros que se resisten a cederle todo el espacio y en ejercicios de creatividad o de ataque,

se mantienen y se guramente lo harán hasta el 27 de octubre.

Lo que está en juego en esta contienda es la no dispersión de los votos, una variable de estudio que en Ciencia Política explica lo que comúnmente se conoce como el voto útil. Como a nadie le gusta que su equipo de fútbol

pierda, ni que a su cantante favorito le vaya mal; tampoco le gusta estar del lado perdedor en las elecciones. Ese voto útil lo que hace es que a medida que la campaña avance la mayoría se vaya decantando generalmente entre dos opciones (muy raramente entre tres) y ese factor hará que al final lleguen desinflados una serie de candidatos que en otro momento parecían prometedores.

En octubre de 2019 veremos cómo los aspirantes a suceder a Luis Pérez concentran sus esfuerzos, no sólo en ganar, sino en hacerlo de manera holgada. Antioquia siempre es foco de miradas, los medios y analistas esperan las elecciones regionales para identificar dirigentes nacionales que puedan llegar a copar espacios que otros van dejando.

Es decir, quien gane la Gobernación de Antioquia tendrá un boleto asegurado a las ligas mayores en unos años; particularmente ahora, en un momento de recambio generacional.

¡Hay de todo!

En la contienda a la Alcaldía de Medellín se produjo una avalancha de aspirantes que jamás se había ni siquiera pensado. Esto se dio seguramente como fruto del meteórico final de carrera de hace cuatro años cuando Juan Carlos Vélez tenía un triunfo claro y en un envión que pocos vieron, Federico Gutiérrez tumbó cualquier pronóstico.

Lo negativo para los 15 aspirantes esperanzados en esa ola espontánea en la que la gente puede hacer alcalde a cualquier candidato, es que eso no se repite cada cuatro años. Lo que no leen algunos de ellos (¡la mayoría!), es que para que un evento se duplique deben existir las mismas condiciones que lo crearon, es una ley muy elemental que se toma en cuenta hasta en cualquier laboratorio de química de colegio.

Por primera vez en Medellín hay tal dispersión de candidatos que no hemos podido saber qué
representa cada uno, a quién defienden, qué fuerzas naturales tienen.

En este tipo de escenarios, si bien habrá un candidato ganador que se posesionará como alcalde, se produce una subrepresentación del ciudadano y esto en términos de solicitud de rendición de cuentas es muy negativo. Seguramente, si las cosas siguen así, el vencedor no concitará un respaldo significativo y al final de día, la mayoría de los ciudadanos habrán preferido a otra opción distinta a la victoriosa. Es decir, sólo una minoría habrá puesto alcalde.

Los medellinenses que no serán parte del total de votantes, poco se identificarán también con el gobierno, y la brecha entre ciudadanía y dirigentes se ampliará cada vez más. Aquí radica la importancia de lo que se ha discutido, pero lastimosamente sólo para Bogotá: segunda vuelta en elección de alcaldes. Las grandes ciudades están frente a una realidad distinta a la que existía cuando se aprobó la elección popular de autoridades locales; en ese momento el
bipartidismo hacía que existiera menos dispersión y las opciones se cerraran mucho más de lo que hoy están.

En las últimas dos elecciones la participación ciudadana ha rondado en porcentaje muy similares, sólo ha bajado –muy poco- en la elección de alcalde de 2015, cuando si situó en 49,55%. Lo normal es que se mueva entre 50% y 53%.

Lo anterior nos dice que la cultura del voto está creada sólo en la mitad de la población habilitada para participar, es decir que ni los candidatos, ni los partidos, ni los medios hemos sido capaces de motivar a un mayor número de personas para que decidan ellos mismos su futuro. La razón que puede estar detrás de eso es la baja correlación que gran parte de la ciudadanía ve entre la política y su vida diaria.

Según LAPOP de la Universidad de Vanderbilt, sólo al 35% de los colombianos les interesa la política. Ese podría ser el voto duro que es el case para cada elección, los otros –hasta llegar al 50% que participa- lo hacen por razones coyunturales, algunos por causas clientelares, otros por sintonía específica con las propuestas de un candidato; pero la realidad es que cada elección partimos sólo con una pequeñísima base de ciudadanos interesados.

Esta elección en Antioquia de 2019 no será la excepción a la regla. Si bien el Registrador recalca que las cosas vienen mejorando, basado en el 53,43% que participó en las presidenciales de 2018, la coyuntura particular de ese año –lo cerrada que podía estar la carrera en la primera vuelta- no se va a presentar en octubre.

Aún tenemos pocos días para seducir al ciudadano que históricamente no ha hecho parte del porcentaje de participación y demostrarle algo tan simple como que la política sí tiene que ver con su día a día. ¡Y mucho!

Compartir
Share

No hay comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Share