Una juventud soñadora y en movimiento

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Un retrato de los movimientos juveniles que han surgido a lo largo de nuestra historia, trayendo una revolución que cambiaría la forma en que los jóvenes vivíamos la política.
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Puede parecer extraño, pero lo que hoy conocemos como juventud no existía antes de los años 60´s, pues hasta mediados del siglo pasado las personas entre los 14 y 25 años no hacían otra cosa que prepararse para seguir el modelo socialmente impuesto y continuar con lo que, hasta ese momento, era el ciclo normal de la vida y que dependía del lugar que la familia ocupaba en la sociedad.

También es curioso que, siendo temas políticos los que llevaron al surgimiento de la juventud, hoy en día se tiende a pensar que, precisamente la política, es algo que a los jóvenes sencillamente no les interesa. Pero antes de profundizar en esto, hablemos un poco de porqué el concepto de juventud tiene un origen político.

En los años de la posguerra, en países como Estados Unidos o Inglaterra, se produjo el denominado baby boomer, es decir: terminó la guerra y llegaron los bebés, por montones. Estos niños y niñas fueron creciendo, y ya en los años 60´s, se dieron cuenta de que sus vidas estaban prediseñadas y que lo “normal” era que simplemente siguieran estos caminos impuestos.

En ese momento empieza un despertar juvenil, exigiendo tomar sus propias decisiones, cuestionando el mundo conocido y soñando con un mejor mañana no solo para cada uno de ellos y ellas, sino para los demás. La clave aquí está en que no se quedan solo en ideales, sino que se organizan, encuentran puntos en común y buscan las formas de luchar por alcanzar sus objetivos. Este surgimiento de la juventud lo describe y amplía la historiadora colombiana Diana Uribe, tanto en su libro Contracultura. Los movimientos de los años 60 hacia la utopía de 2016, y en varios capítulos de su podcast, entre ellos: Hacer rock en Hispanoamérica I de 2021.

Estos movimientos juveniles, en su mayoría desde los movimientos estudiantiles, comenzaron también a hacer activismo en temas como detener las guerras, el cuidado del medio ambiente, la igualdad de derechos para comunidades generalmente discriminadas. La juventud nació rockera, empoderada y con ganas de cambiar el mundo y hacerlo un mejor lugar para todos. Estos son asuntos netamente políticos. Por un lado los gobiernos buscan preservar el orden social y por otro lado los jóvenes buscan crear un mejor lugar con espacio para todos.

Es necesario recordar que este no es un asunto exclusivo de Europa y Estados Unidos pues los jóvenes latinoamericanos también se preocuparon por lo mismo, solo que en contextos totalmente opuestos. Allá, una juventud a la que nada le faltaba se opuso a seguir un destino impuesto y luchó por el suyo propio. Aquí, una juventud con menos oportunidades luchaba por alcanzarlas y también se opone a ese destino impuesto, solo que, en este caso, ese destino es el de no poder alcanzar (tan fácilmente) esos sueños.

La historia política latinoamericana está cargada de grandes lunares negros que son ampliamente conocidos. Lo que no es tan sabido es cómo ha afectado esta política al desarrollo de la juventud, situaciones como limitaciones gubernamentales para cosas tan sencillas como el acceso a productos como prendas de vestir, música, películas. En países como México y Argentina, se les prohibió incluso reunirse a escuchar música, y casi cualquier acción de movimientos juveniles era censurada por el gobierno de turno, avivando aún más esa llama rebelde de las y los jóvenes.

Y es que muchos jóvenes no somos rebeldes en el sentido estrictamente político de estar en contra de toda autoridad. Somos rebeldes porque nos resistimos a seguir con un camino impuesto, llámese profesional, social, artístico o político. Justamente este 2021 está dedicado a la juventud, y coincidió con una coyuntura política para el país, como lo es el Paro Nacional, donde se han movilizado, en su mayoría jóvenes, quienes, desde diversos movimientos estudiantiles, ambientalistas, feministas, pro-derechos humanos, entre muchos otros, buscando precisamente generar un cambio, a pesar de la estigmatización de varios sectores de la sociedad.

La invitación es a mirar a la juventud con otros ojos, y a dejar de lado esa perspectiva desde la cual se les juzga de ser apáticos políticamente y comenzar entonces a reconocer y reivindicar estas luchas, con la certeza de que la juventud soñadora seguirá luchando vivir en un mundo más equitativo y donde a todos y todas se nos garanticen los derechos que constantemente son vulnerados. Volvamos a soñar y a creer que sí podemos cambiar el mundo.

 

Por:

Ana María Martínez

*Medalla de ganadora de concurso*

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