Ogas, el sueño de una internet soviética

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Los soviéticos pensaron primero que América o Europa en la conectividad de los ordenadores, pero decisiones políticas impidieron el desarrollo de esta iniciativa.
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Por qué OGAS, el proyecto de computadores en red soviético, nunca despegó

Durante más de 30 años el científico Viktor Glushkov estuvo intentando impulsar la idea de una red de computadores en la URSS. No tuvo éxito: el Partido Comunista se opuso década tras década. Imagen: composición Estado.co con foto de Viktor Glushkov de WikiCommos CC

Temor. De perder el control. De que llegara demasiada información a las manos del público. De su potencial influencia en la economía. Por eso los políticos soviéticos, en cabeza de Nikita Krushchev, no permitieron el avance de la iniciativa, nacida desde la década de 1950, de desarrollar una red no militar de los ordenadores de su país.

El proyecto inicial fue de un científico llamado Anatoly Kitov, quien en 1959 planteó por primera vez establecer una red de terminales en el vasto territorio de la URSS de entonces; pero su propuesta se envolató en medio de los vericuetos propios de la burocracia de la inmensa potencia comunista.

Viktor Glushkov, uno de los fundadores de la cibernética, empezó a trabajar sobre esta propuesta inicial de Kitov, pero ni sus títulos universitarios ni su cercanía al establecimiento fueron suficientes para movilizar el aparato del Estado en favor de este desarrollo tecnológico, que ya lo tenían en sus sistemas militares, pero al que no le dieron paso para el uso de civiles.

Durante una década este científico trabajó en su propuesta, recolectó la data, identificó necesidades, ofreció soluciones, de manera que presentó formalmente su propuesta de la OGAS (el nombre dado a la red) al gobierno iniciando la década de 1970. En ese momento, tal como le aconteció antes a Kitov, se enfrentó al muro de la decisión política.

Los líderes del Partido Comunista debatieron el proyecto, y establecieron que era innecesario para su país; adujeron que ya los computadores hacían las cosas importantes, como encender y apagar las luces de los galpones de gallinas, así como otros importantes usos en la agroindustria; en ese contexto ¿para qué tener conectados los computadores? ¿qué podrían ganar?

El principal opositor fue el ministro de finanzas, quien sentía amenazado el poder de su cartera si la información se convertía en un bien abierto para todos.

El problema nunca fueron la tecnología o el conocimiento… era un asunto de decisión política, que nunca llegó.

Pequeños desarrollos

Durante doce años más el propio Glushkov insistió en su empeño; desarrolló pequeñas redes en universidades o entre estas y Moscú apelando a cables inmensos y pesados que conectaban un lugar con otro, pero sin la decisión política de aceptar el reto era imposible enfrentar, además el reto económico que significaba la construcción de equipos que fueran conectables, y que se calculaba en unos $100.000 millones de dólares.

Es decir, el gobierno sí podría tener el recurso, pero la voluntad política nunca llegó; o por lo menos no mientras estuvo en vida su impulsor Glushkov, quien falleció en 1982. Y su legado. Su OGAS no fue retomado rápidamente.

Luego llegaron los tiempos del Glasnost y la Perestroika, cuando ya resultaba urgente para el modelo soviético la modernización, en cabeza de Mijail Gorbachov. Pero en ese, que podría haber sido el momento clave de OGAS, no tuvo un promotor fuerte y con influencia en el gobierno.

Luego llegó la debacle, la caída del imperio, y todos estaban ocupados en el esfuerzo de la recuperación; incluso en ese momento la propuesta fue nuevamente presentada a Boris Yeltsin, esta vez por Mikhail Botvinnik, reconocido ajedrecista y programador, quien había retomado los trabajos de Glushkov y Kitov. Pero tampoco el nuevo líder tuvo la sagacidad de comprender el tamaño de transformación que esa innovación podría generar.

Y así, con intentos de nacer durante cuarenta años, OGAS quedó guardada en los anaqueles y los libros, dejando el camino abierto al desarrollo que inició occidente, con EE. UU e Inglaterra a la cabeza.

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