Editorial junio de 2.018

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¿La política sería más atractiva si en vez de tener a los partidos como intermediarios, sólo nos relacionáramos con personas? La respuesta a esa pregunta parece obvia y en una era donde las formas parecen estar por encima del fondo, tener dirigentes carismáticos, atractivos físicamente y con buena expresión verbal y corporal, debería ser suficiente… View Article
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¿La política sería más atractiva si en vez de tener a los partidos como intermediarios, sólo nos relacionáramos con personas?

La respuesta a esa pregunta parece obvia y en una era donde las formas parecen estar por encima del fondo, tener dirigentes carismáticos, atractivos físicamente y con buena expresión verbal y corporal, debería ser suficiente para ganar votos y mantenerse en un gobierno con altos índices de popularidad.

Sin embargo hay una trampa en todo esto, los políticos que no responden a una ideología definida, que no tienen valores probados, que sus intereses rayan en lo personal, tienden a dejarse tentar por la necesidad de inflar su ego, más que por ser responsables a la hora de actuar políticamente.

En cambio -y aunque parezca impopular a primera vista- los partidos fuertes, organizados, con estructura de programa y con reglas y ética definida, nos dan la tranquilidad de que independiente de por quién votemos, siempre tendremos a representantes de nuestro mismo pensamiento, gobernándonos.

Los sicólogos hablan de atajos heurísticos, como medios de comportamiento construidos a lo largo de la vida, en los que las personas vamos modelando nuestra forma de ser e intereses y como si todo eso fuera un archivo lo guardamos en nuestro cerebro, para usarlo cuando tenemos que tomar decisiones.

Los partidos deberían representar muy claramente a sectores de la población, para que cada cuatro años al momento de tomar decisiones políticas, los ciudadanos acudamos a quienes mejor nos interpretan, sin que medien campañas costosas o nos dejemos seducir por spots o jingles prefabricados.

Nuestra tarea en ESTADO es hacer visible qué representa cada partido o tendencia política, qué defiende, a quiénes se parecen. Sólo de esta manera la ciudadanía podrá empezar a sentirlos como algo cercano, no como simples máquinas de avales.

Carlos Andrés Pérez 

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