En menos de un año Lenín Moreno ha ganado dos elecciones: las de presidente de Ecuador, de la mano de su antecesor, y las del referendo de este país, que frena los impulsos reeleccionistas de su antiguo aliado político. En su proceso de vida se encontró con la risa como verdadero remedio infalible.
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Lenín Moreno, el poder de la sonrisa
En menos de un año Lenín Moreno ha ganado dos elecciones: las de presidente de Ecuador, de la mano de su antecesor, y las del referendo de este país, que frena los impulsos reeleccionistas de su antiguo aliado político. En su proceso de vida se encontró con la risa como verdadero remedio infalible.
El mundo ha de recordar el día en que un hombre en silla de ruedas hizo su juramento como presidente de una nación. Esto ocurrió en 2017, en América Latina, cuando Lenín Boltaire Moreno Garcés, oriundo de Nueva Rocafurte, en la Amazonia, administrador de empresas de profesión e incansable trabajador por la causa de la inclusión de las personas en situación de discapacidad y la opción de la sonrisa como camino de vida, se convirtió en presidente de los ecuatorianos.
Él nunca pierde la sonrisa. Ha sido señalado por sus antiguos aliados como traidor de la Revolución Ciudadana, proyecto iniciado por su antecesor, Rafael Correa, de quien además fue vicepresidente durante seis de sus diez años de gobierno. Algunos de sus seguidores han considerado que gobierna con unas banderas diferentes a las que lo llevaron a su elección, al punto de haber sido destituido de la dirección del partido de gobierno, Alianza País, con el que llegó al poder en 2017. El hoy presidente de Ecuador, Lenín Moreno, encara estas acusaciones con buen humor, y la certeza de contar con la favorabilidad de la ciudadanía: aprobación de 77%, credibilidad de 67% y aceptación de 75%, según datos de la empresa Cedatos; y el reciente triunfo del sí en el referendo ecuatoriano, con un promedio de 69%.
Ya lo había dicho durante su campaña presidencial, cuando destacaba su orientación al diálogo en contraposición al tono combatiente y a veces hostil con sus detractores de Rafael Correa. Y lo reafirmó recién elegido, cuando expresó en un trino “Se viene un nuevo estilo de gobierno. Voy a tomar las decisiones finales, pero conversando y dialogando”; y lo ha hecho. Ha sido un gobernante independiente.
Este hombre de 64 años, de origen humilde, casado, con tres hijas ha aprendido a vivir en la adversidad. Perdió la posibilidad de caminar en el año de 1998, el 3 de enero, tras recibir un disparo mientras era víctima de un atraco; esto ocurrió en la ciudad de Quito, en las puertas de una panadería a la que había llegado con su esposa.
Tras el incidente, experimentó un periodo de depresión y de dificultad enorme. Pero luego, como él mismo indica “Encontré la paz espiritual en el momento en que empecé a rezar por la persona que me disparó, seguramente a ese joven le faltó mucho amor”. Este fue el punto de partida. Lo que ha siguió en su vida es un proceso de descubrimiento en torno al humor y la risa, enfocado en ayudar y motivar a las personas, a partir del humor y la risa, que promueve por sus efectos analgésicos, inmunológicos y terapéuticos. Al respecto, afirma, “Dios me había marcado el camino (…), descubrí que la risa tiene la misma vía nerviosa que el dolor. Si está la risa, el dolor no puede estar”. Ha escrito ocho libros sobre el tema, entre ellos Teoría y práctica del humor, Filosofía para la vida y el trabajo, Trompabulario y Ríase, no sea enfermo. Incluso su programa de campaña estuvo en esa misma línea, en la que exaltaba la Misión Ternura, y en la que decía “Sonríe Ecuador, somos gente amable”
Y un poco por esto, el hombre que tiene nombre de líder bolchevique (Lenín) y de un ilustrado (Boltaire, a pesar del error ortográfico), empezó a trabajar en el proyecto Misión Solidaria Manuela Espejo, que puerta a puerta fue buscando a las personas en situación de discapacidad de Ecuador, de todos los rincones del país, para enfrentar con ellos la discriminación y mostrarles un camino de oportunidades. En esta labor, se indica que llegó a más de 300.000 personas con necesidades especiales, en las más de un millón de visitas domiciliaras que realizó la misión.
Entonces, llegó a la política. Entró por la vicepresidencia; después, fue comisionado de las Naciones Unidas para la discapacidad. Y así, regresó, sonrió, conquistó al partido, a los votantes y empezó a gobernar. “Yo apelo más al diálogo que a la imposición”, expresa, y encuentra como uno de sus principales logros en los meses que lleva en el poder la reducción de la polarización que se presentaba entre los ecuatorianos.
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