El poder en movimiento. Los chalecos amarillos en Francia

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“a lo largo de la historia, la gente de a pie se ha echado una y otra vez a la calle, y aunque brevemente ha ejercido un poder considerable”; este poder ha determinado en muchas ocasiones, cambios sustanciales en las políticas de un país o han modificado decisiones tomados por parte de los gobernantes
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Dice Sidney Tarrow que “a lo largo de la historia, la gente de a pie se ha echado una y otra vez a la calle, y aunque brevemente ha ejercido un poder considerable”; este poder ha determinado en muchas ocasiones, cambios sustanciales en las políticas de un país o han modificado decisiones tomados por parte de los gobernantes. Estos movimientos que aun fracasando obtienen resultados – visibilidad, adhieren adeptos – han puesto de manifiesto que existen formas diferentes de alzar la voz y ser escuchados. Así, el poder de los movimientos presupone ciudadanos corrientes que se unen para enfrentarse a las elites, a los gobiernos, instituciones y las autoridades. Estas luchas se propagan a través de las redes entabladas en internet a través de las cuales constituyen relaciones sociales que les permite acrecentar el movimiento y utilizar repertorios como la confrontación directa para el logro de sus fines.

Los chalecos amarillos en Francia son un claro ejemplo de esto. Un movimiento que, tras los altos impuestos a los combustibles, el poco poder adquisitivo de los franceses y la injusticia fiscal, sirvieron de combustible para que los ciudadanos franceses difundieran por las redes sociales su inconformismo y su intención de protestar. Salieron a las calles, sin una organización, sin dirección, alejados de grupos políticos y sindicatos, y sin portavoces oficiales, solo enarbolando las banderas del descontento.

Este movimiento social logró captar el apoyo de dos de cada tres franceses y llegó a movilizar en una protesta a más de 300.000 ciudadanos en todo el país. Los chalecos amarillos, que derivan su nombre del atuendo utilizado por los conductores de automoviles, han determinado la mayor crisis del presidente Emmanuel Macron, situación que le ha llevado a cambiar su agenda de gobierno. La ola amarilla ha tenido conquistas que pasan por la suspensión del alza del combustible, el congelamiento del precio de la luz y el gas durante del invierno, inversiones por 10.000 millones de euros para reforzar el poder adquisitivo de los ciudadanos, aumento del salario mínimo en 100 euros, además de impulsar iniciativas de referendos para decidir sobre algunas propuestas gubernamentales y la participación a un gran debate Nacional.

Estos logros obtenidos ponen de manifiesto que las protestas sociales son de suma importancia para las actuales democracias, que hacerse sentir es vital para la generación de discursos diferenciales y plurales que permitan los debates y la inclusión social, que al protestar se logra visibilidad, cambiar las agendas gubernamentales, y se da voz a los grupos minoritarios, que las luchas emprendidas y el poder en movimiento es de todos y para todos.

 

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