Los caballos de carreras (y algunos cocheros también), usan para evitar distracciones y sólo ver lo que tiene al frente, unos bloqueadores de visión que se llaman anteojeras, en Argentina se les llama blinkers. El artefacto funciona bien, pues sólo les permite visión de lo que el dueño del caballo quiere que vea.
En la política muchas veces ocurre lo mismo, los dirigentes se ponen al lado de sus ojos unas anteojeras imaginarias que les bloquean lo que pasa a su alrededor y los concentra en lo que ellos mismos han decidido qué es bueno ver. Esto hace que muchas decisiones en este campo sean tan insólitas y difíciles de entender, como si las hubiera tomado una persona de otro mundo.
Igualmente parece que también usaran orejeras para evitar que algo que no quieren escuchar les llegue.
En marzo de 2019, ocho meses antes del primer caso de Covid-19 registrado en Wuhan, la Organización Mundial de la Salud emitió una alerta a todos sus países asociados en la que avisaba de una posible pandemia causada por un virus y de remate les decía que los sistemas de salud del mundo no estaban preparados para contenerla.
Mucho antes –en 2005- Bill Gates, el famosos filántropo, había advertido lo mismo en una charla TED, en la que subrayó con su característica vehemencia que si algo iba a poner en aprietos a la raza humana era algo tan diminuto como un virus, que en medio de la globalización de hoy, tendría el potencial de expandirse a nivel planetario en unas cuantas horas.
En una película de Hollywood rodada en 2011, actores muy reconocidos, entre ellos Gwyneth Paltrow y Matt Damon, mostraron con señales asombrosamente exactas lo que ocurriría si el virus proveniente de un murciélago llegara a los seres humanos a través de un animal huésped.
Los políticos podrían haber elegido no creerle ni a Hollywood, ni a Bill Gates, pero desoyeron a la máxima autoridad mundial en salud y la consecuencia es que por esa nula actuación política, hoy el mundo vive la peor pandemia en los últimos cien años.
Seguramente algunos seguirán diciendo que la política y la ciencia no tienen nada que ver.
La realidad es que este virus ha logrado cambiar los hábitos de la humanidad completa y hasta que no se consiga una vacuna con protección de más del 60% o un medicamento que elimine los potenciales riesgos, las cosas cambiarán en todas las áreas de la sociedad, pero particularmente en las relaciones interpersonales, que –entre otros factores- son la base de la actividad política.
Uno a uno
Antes de la declaratoria de pandemia, los candidatos de varios países habían empezado una cruzada para volver a lo básico y eso tenía un sello claro que pretendía regresar a una política en la que se visitara a la gente en sus casas y se hicieran brigadas en las que se golpeaban miles de puertas en una campaña en vez de tener grandes mítines donde si bien había emoción, no se sentía esa personalización que empezó a llegar con las redes sociales.
Paradójicamente las redes que acercaron la política a la gente, la volvieron impersonal y en una actividad tan humana como el servicio público es necesario el abrazo y la mirada a los ojos, lo que llevó a que la frialdad de las pantallas se complemente (no se remplace) con los pequeños encuentros.
La prohibición de reuniones numerosas logrará que se acelere esta manera de tener contacto entre políticos y ciudadanos y que al menos en los próximos dos años que no habrá grandes concentraciones se desarrollen nuevas habilidades de cercanía.
Partidos más que personas
Una de las consecuencias graves que puede venir en la era post pandemia, es el surgimiento de nuevos populismos. Dirigentes que recorren el camino fácil de destruir al adversario en vez de construir sobre sí mismos, buscarán conquistar el corazón de los votantes no con esperanza sino con rabia. Un estudio desarrollado por el CAEP en 2017 dice que los votantes se mueven en mayor medida por sentimientos negativos como el miedo y la rabia para elegir a sus dirigentes.
Por esto se hace propicio este momento para llevar a cabo una serie de reformas estructurales a la manera de hacer política en el mundo. En nuestro medio valdría la pena que los congresistas nos dieran la oportunidad de contar con una reforma política de verdad y no las colchas de retazos que hemos visto desde 2000 cuando se dio la primera de los últimos años.
Los partidos políticos, con su fortaleza institucional tienen hoy mayor capacidad de dar respuesta no sólo a la pandemia como tal, sino al proceso de recuperación social que se nos viene encima. Son los llamados a construir programas de desarrollo inmediato y a largo plazo que estén por encima de los personalismos que tanto daño han hecho desde finales del siglo pasado.
Credibilidad
Si algo se ha perdido en la relación ciudadanía y política es la confianza, no tenemos en quién creer por los numerosos casos de corrupción y de malos manejos administrativos, que nos llevaron en muchas ocasiones a padecer los graves momentos que vemos. Una inversión tan pobre en salud es la causante del desproporcionado número de camas en UCI disponibles en una situación de esta naturaleza, por ejemplo.
Aunque la credibilidad se recupera con argumentos, las emociones hacen parte del proceso de rehabilitación de confianza. Los nuevos dirigentes políticos que surjan al amparo de esta coyuntura mundial tienen que tener escrito en sus mentes que sus prioridades pasan por sintonizar con la ciudadanía, ya no sólo sus aspiraciones personales, sino la ideología sólida de sus colectividades políticas.
Partidos fuertes son la mejor garantía de fortaleza democrática.
Estado con garantías
La política no tiene que ver solamente con procesos electorales, su función más grande es reglar el comportamiento del Estado y hacerlo provechoso para el ciudadano más vulnerable; por esto la política no puede hacerse por fuera de los cauces políticos, aunque lo anterior suene redundante. Las posibilidades de ver crecer a sus ciudadanos debe ser el mayor aliciente de un político que está temporalmente en un cargo público.
Entendemos la difícil tarea de administrar lo que es de todos y los múltiples ojos que deben ponerse al servicio de cuidar hasta la más insignificante moneda del erario, sin embargo los recursos públicos están ahí para ser invertidos y un gobernante que por temor no proceda le hace un flaco favor a la democracia. ¡Cuántas veces hemos visto entidades públicas que parece que su principal tarea fuera poner trabas al funcionamiento natural del Estado y se dedican a servir de barrera para que llegue el progreso a sus comunidades!
Sin duda hay muchas cosas que podemos lamentar de lo que estamos viviendo, sin embargo al final de la jornada serán más las transformaciones positivas que este suceso habrá acelerado y estaremos ante una gran oportunidad de ver un renacer de la política.
Los cambios verdaderos se verán sólo si nos hacemos escuchar, si los dirigentes de hoy abren campo a esta nueva forma de vivir lo público.
No hay comentarios