POLÍTICA EN LA ERA DIGITAL

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Un artículo que retrata la revolución digital en el panorama político actual.
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Según Ulrich Beck (2008) con la caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior implosión de la Unión Soviética en 1991, inició una era situada más allá del socialismo y el capitalismo marcada por una nueva utopía de la emancipación, asociada a la globalización de la “economía, de los mercados, de la competencia por un puesto de trabajo, de la producción, de la prestación de servicios y las distintas corrientes en el ámbito de las finanzas, de la información y de la vida en general” (p. 15). En este contexto se dieron tres procesos: el de la revolución de la tecnología de la información; el de la crisis económica del capitalismo y del estatismo; y, el “florecimiento de movimientos sociales y culturales, como el antiautoritarismo, la defensa de los derechos humanos, el feminismo y el ecologismo”. La relación de éstos dio origen a la “sociedad red”, la “economía informacional/global” y la “cultura de la virtualidad real (Castells, 2006a, p. 406).

 

En particular, con el primer proceso inició el paradigma tecnológico marcado por el uso de la ciencia “para especificar modos de hacer cosas de una manera reproducible”, incluyendo   la   “microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones/televisión/radio y la optolectrónica” (…) también “la ingeniería genética” (Castells, 2006b, p. 56). De esta forma, aparecieron innovaciones técnicas, organizativas y gerenciales que se interconectan, generando ventajas no solo en productos y sistemas, sino también en los insumos de energía, los cuales son baratos y están asociados a la información derivada de los avances de la microelectrónica y la tecnología de las comunicaciones (p. 87).

 

Este paradigma se caracteriza por: primero, que la materia prima “son tecnologías para actuar sobre la información”; segundo, “la capacidad de penetración de los efectos de las nuevas tecnologías”; tercero, “la lógica de interconexión de todo el sistema” a partir de la red; cuarto, la flexibilidad de los procesos, de las organizaciones e instituciones; y, quinto, “la convergencia creciente de tecnologías específicas en un sistema altamente integrado” (pp. 88-89). Con esto también se dio inicio a la apertura de una red de diferentes dimensiones donde existe una relación permanente entre tecnología y sociedad (Castells, 2006b, p. 92).

 

EL PAPEL DE LA INFORMACIÓN

 

Una de las principales transformaciones de la era digital o “era de la información” como la denomina Castells (2006a) se dio en la comunicación, apareciendo un nuevo sistema donde “el mensaje es el medio” generando “la descentralización, diversificación y personalización de la información en todo el mundo” (Castells, 2006b, p. 373) y que, a su vez, está asociado a una manifestación híbrida de la vida entre realidad y virtualidad. Agrega el autor que: Es un sistema en el que la misma realidad (esto es, la existencia material/simbólica de la gente) es capturada por completo, sumergida de lleno en un escenario de imágenes virtuales, en el mundo de hacer creer, en el que las apariencias no están sólo en la pantalla a través de la cual se comunica la experiencia, sino que se convierten en la experiencia (Castells, 2006b, p. 406).

 

Además, este sistema de comunicación también cambió las dimensiones materiales esenciales de la vida: el espacio y el tiempo. El primero se convirtió en un flujo, donde la interacción social se desprende de éste y se desarrolla en la virtualidad, es decir, las experiencias de las personas ya no dependen de la relación directa con lo material. El segundo, dejó de ser lineal e incluso longitudinal, pasando a ser un tiempo ahistórico, marcado por universos paralelos donde sus tiempos no coinciden por estar en dimensiones diferentes; es el tiempo atemporal (Castells, 2006b, pp. 461–462).

 

Echeverría (2013) explica esta serie de cambios siguiendo la metáfora de la caverna de Platón, la cual denomina “caverna electrónica”, mediada por las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) que se conocen comúnmente como realidad virtual, donde internet juega un papel fundamental y donde:

 

Los objetos artificiales son productos de la escritura digital. Las paredes y la boca de la cueva electrónica están hechas de signos, es decir, de relaciones entre significantes y significados. Esos signos y esos objetivos no existen ni son visualizables sin el lenguaje-máquina, ni sin una serie de lenguajes de programación que permiten analizar y sintetizar imágenes, textos y sonidos. Esta condición semiótica de los objetos artificiales de la tercera caverna es explícita. La caverna digital no está formada por cosas, sino por signos. Desde una perspectiva ontológica, la diferencia es radical. No hay bien en sí ni cosas en sí.

 

Por otra parte, el espacio semiótico digital ha mostrado su capacidad para integrar y reducir cualesquiera otros sistemas de signos. La escritura digital permite

 

poner en pantalla textos de cualquier lengua, así como digitalizar la voz de cualquier hablante. Una vez digitalizada nuestra voz y nuestra imagen, los titiriteros digitales (editores de textos, imágenes y sonidos digitales) pueden manipular nuestros discursos y acciones, componiéndolos a su antojo (Echeverría, 2013, pp. 21–22).

 

Con todo, así como lo consideró Castells (2006b) nuestros tiempos están marcados por la información como una nueva forma de generar riqueza y poder, asunto que para Echeverría (2013) creó el “espacio tecnosocial” (p. 110) en el que todas las personas se relacionan e interactúan en esa dimensión híbrida marcada por “objetos y tecnoobjetos, sujetos y tecnosujetos, cavernas y tecnocavernas” (p. 112). Y tal vez esa interacción sea lo más relevante porque va más allá de la contemplación. La era digital es el ámbito contemporáneo de la acción humana.

 

¿Y LA POLÍTICA?

 

En todo este contexto, se ha planteado que la política entró en crisis, en particular su componente de representación en los regímenes democráticos. Castells (2017, pp. 82–84) afirma que esto hace parte de las contradicciones entre la formación de un mundo de redes y el poder de las identidades, en pocas palabras, la contradicción entre el poder de la Red y el Yo. Esto se explica a partir de la desaparición de las dimensiones tiempo y espacio que va a tener un efecto directo en la materialización del poder político: El Estado. Así pues, si las relaciones y estructuras sociales se transformaron, también se transformó la política pues los marcos de referencia de las personas han superado las localidades de los Estados nación. Las dinámicas ahora son globales lo cual también deja en crisis a esta institución específica de organización social (Castells, 2009, p. 43).

 

Por otra parte, la práctica política y las relaciones del poder también se transformaron. Ahora el poder entendido como la capacidad de modificar la voluntad de las personas (Bobbio, 2009) se realiza “construyendo significados a través de la creación de imágenes” que se realiza en el ámbito de las redes sociales (sean virtuales o reales) apareciendo la “política mediática” pues “los mensajes, las organizaciones y los líderes que no tienen presencia mediática no existen para el público (Castells, 2009, pp. 261–262). Agrega el autor que: sólo aquellos que consiguen transmitir sus mensajes a los ciudadanos tienen la posibilidad de influir en sus decisiones de forma que les lleve a posiciones

 

del poder en el estado y/o a mantener su control en las instituciones políticas. Ciertamente, es lo que ocurre en la política democrática, es decir, en la política basada en elecciones competitivas, supuestamente libres, como mecanismo primario para acceder a un cargo político. Pero también sucede en los regímenes no democráticos, ya que el control sobre los medios de comunicación es una forma potente de dominación (Castells, 2009, p. 262).

 

No obstante, hay que aclarar que la política en la era digital no se limita a campañas electorales, sino que es una constante fundamental de la política práctica de gobiernos, Estados, partidos políticos, líderes, movimientos sociales, etc. En este sentido, el lector encontrará tres capítulos que abordan esta cuestión desde diferentes perspectivas: el primero, sobre el papel de las ciudadanías digitales en la política; el segundo, aborda la transformación de las campañas políticas pasando del espacio físico a las redes sociales; y, finalmente, el tercer capítulo analiza los factores que llevaron a una mutación política y social que derivó en movimientos sociales por un lado y formaciones políticas radicales por el otro.

 

Pedro Piedrahíta.

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