¿Tenía razón el apelativo de Felipe I, el hermoso?

Compartir
Share
Los cronistas hablan de una armonía física especial, que, al morir muy joven, lo inmortalizó en un momento de juventud y belleza. Datos para entender al efímero rey que movilizó en su favor a gran parte de la Europa del siglo XVI.
Compartir
Share

Compartir
Share

10 datos para conocer a Felipe I, el hermoso, en el aniversario 512 de su muerte

El actor español Raúl Mérida interpretó a Felipe I, el hermoso, en la serie Isabel, de RTVE. Foto: Twitter

Nació en cuna noble, en la ciudad de Brujas, príncipe soberano de los Países Bajos — duque de Brabante, Limburgo y Luxemburgo, conde de Flandes, Hainaut, Holanda, Zelanda y Artois, y señor de Amberes y Malinas—. Su madre era María de Borgoña y su padre era el archiduque Maximiliano I de Habsburgo. En él se unían dos dinastías.

Lo comprometieron en matrimonio con la infanta Juana, la tercera hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. La unión, como se usaba en la época, era una jugada política de esta monarquía para obtener el favor de las casas dinásticas de esa zona de Europa, que peligraba por el apetito expansionista de Francia.

Felipe, como los nobles de su tiempo, era coqueto y mujeriego; en cambio su esposa Juana de Castilla, que sería conocida como Juana la loca, no era como las mujeres de su época, y reprobaba el comportamiento de su cónyuge, lo celaba y castigaba por su conducta. Tuvieron seis hijos, el mayor de ellos quien luego sería Carlos I.

Era un hombre alto y de cuerpo torneado, con rostro gentil y ojos hermosos. Destacan su dentadura muy blanca y sus manos blanca, largas y de uñas muy bien cuidadas, así como sus maneras suaves y amables. Ese apelativo de “el hermoso” se lo dio el rey Luis XII de Francia en el año 1501, cuando de paso hacia Castilla se encontraron en la ciudad de Blois. El monarca francés quedó fascinado con el joven Felipe, de quien dijo “He aquí un hermoso príncipe”.

El destino jugó en favor de la pareja Felipe-Juana: ella era la cuarta en la línea al trono, pero ante los fallecimientos prematuros de su madre, Catalina de Castilla, y de sus hermanos y sobrino, Juana de Castilla quedó lista para ser la reina, lo que convertía a Felipe I en rey del vasto territorio.

Se dio un fuerte enfrentamiento entre suegro y yerno: el rey Fernando de Aragón quiso tomar los dominios que eran de su fallecida esposa —sobre los que su hija Juana había heredado el poder—, pero Felipe I no estaba dispuesto a jugar papel de rey consorte, y tuvo la capacidad para mover los hilos del poder en la región de manera que los nobles apoyaran su reinado sobre el de su suegro.

A pesar del enfrentamiento entre Fernando y Felipe, Juana la loca era la sucesora al trono también en Aragón, cuando falleciera su padre Fernando; es decir, Felipe llegaría a esos dominios también como rey consorte. Preparando su terreno, y marcando su poder, Felipe desplazó a los partidarios de Fernando el Católico de las fortalezas más poderosas de Castilla, para pasarlas a sus propios aliados. Además, entregó posesiones a los nobles flamencos, voraces en su ambición y que ocuparon cargos y dignidades a manos llenas. Uno de los grupos más esperanzados eran los judíos conversos, perseguidos por la Inquisición. Ya estaba lista la orden para detener tal persecución; pero el azar cambió nuevamente el juego…

Así como el destino puso a Felipe y Juana en el trono por muertes prematuras, así mismo hizo que el reinado de Felipe durara tan solo un año. En 1506 falleció de manera inesperada, en la madrugada del 25 de septiembre, a los 28 años, después de 12 días de un extraño padecimiento. Aunque se habló de envenenamiento —tantos intereses y odios acumulados pondrían al suegro de sospechoso—, hay coincidencia de los cronistas antiguos y contemporáneos de que se trató de un caso de peste negra, que empezaba a atacar la península Ibérica.

Juana, quien ya había dado muestras suficientes de inestabilidad mental, colapsó ante la muerte de su esposo. Se obsesionó con su féretro, lo abrió cada día durante tres meses. Luego, ordenó una travesía con él hacia Granada, y antes de partir exhibió el cuerpo momificado entre sus súbditos. El penoso viaje nunca se completó, pues en Tordesillas su padre llegó al encuentro y detuvo el viaje al comprobar la falta de cordura de su hija. Allí mismo la confinó en un monasterio, donde estuvo el resto de sus días.

Carlos, el hijo mayor de Felipe y Juana, heredero al trono. Tenía solo seis años de edad. Así, su abuelo Fernando fue el rey regente hasta su fallecimiento, cuando Carlos V inició su reinado sobre el inmenso territorio de sus cuatro abuelos monarcas, que su padre, Felipe I el Hermoso no pudo disfrutar.

El duelo de la viuda de Felipe el hermoso ha sido tema mítico en la historia de Europa y fue tema de piezas de arte de múltiples artistas del renacimiento y el neoclásicismo. Doña Juana la loca. Obra de Francisco Pradilla Ortiz, 1877. Museo del Prado, Madrid.

Compartir
Share

3 comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

  • Alicia

    En el punto 2 y 5 se menciona a Catalina como madre de Juana , pero su madre fue Isabel de Castilla.

    • admindev

      Gracias por la observación!!

  • Leo

    Juana I llamada la loca, hoy se sabe por escritos de la época que fue un apelativo intencionada para impedir que gobernará como reina, pues a ella correspondía.

Share